Vivir un duelo

Aunque parezca un juego de palabras, el duelo duele, y necesita tiempo para ser procesado.

Cuando hablamos de «vivir un duelo», lo asociamos directamente a la pérdida de un ser querido por fallecimiento, no obstante, este concepto hace referencia a cualquier pérdida importante que experimentamos en nuestra vida. Así también, podemos transitar un duelo por la pérdida de un ser querido al romperse el vínculo, por ejemplo en una separación de pareja o un amigo que se aleja, al ser despedidos de un trabajo, por una mudanza a un nuevo lugar… Todas estas situaciones son susceptibles de transitarse en un duelo aunque, posiblemente, no las percibimos como tal.

Perder a alguien o algo de gran valor para nosotros es una experiencia dolorosa, que nos expone frente a nuestros temores y vacíos más profundos. 

Y es al duelo que provoca la muerte de un ser querido, al que me quiero referir en este artículo. La cercanía a la fecha en que cada 1 y 2 de noviembre en México tradicionalmente se celebra el Día de Muertos, festividad donde se honra a los difuntos, donde se conmemora a aquellas personas que ya no están entre nosotros y, para quienes desconocen esta tradición del pueblo mexicano, recomiendo la película Coco, que tan maravillosamente muestra el sentir y todo lo que se genera alrededor de dicha pérdida.

Mi intención a través de estas líneas, es poder abrazar ese sentimiento de dolor que ésta ausencia genera; El dolor puede resultar tan intolerable que acostumbramos errónea o inconscientemente, a utilizar estrategias que únicamente sirven para dilatar el sufrimiento. Como he dicho al comenzar el texto, el duelo duele, y tenemos que dejarlo doler para sanar.

Socialmente, nos enseñan a tapar muchos sentimientos; entonces preguntas hechas así: «¿Estás bien, no?» esperan una sola respuesta, en vez de poder preguntar «¿Cómo estás?», que generaría un abanico de posibles respuestas y a muchas de estas, no estamos preparados para escuchar o lidiar.

De esta manera, enmascaramos el permitirnos sentir y aceptar el dolor per se, en expresar otros sentimientos como bronca, negación, ira, injusticia, melancolía…

Yo pregunto ¿Cómo expreso mi sentir ante ese lugar que falta ocuparse en la mesa? ¿Ante esa llamada dónde ya no escucho la voz que espero encontrar? ¿Ante ese mensaje de buenos días que no llega? ¿Al ver la cama vacía?  y ante  tantas situaciones cotidianas más, que me hacen caer en la realidad del dolor, si así decido vivirlo.

Son conocidas las etapas necesarias para elaborar un duelo, ellas no suponen  que sean fijas ni que sigan un orden, sino que tienden a mezclarse de acuerdo a nuestra capacidad para gestionar el dolor en cada momento. 

Así, generalmente es más fácil identificarnos con la bronca o sensación de injusticia (por ejemplo porque “se fue muy pronto”) que con el dolor en si mismo, el que nuestro sistema psíquico emocional va a ir dejando salir de a poco.

Vivir un duelo supone de un gran esfuerzo personal y de tiempo.

Es fundamental respetar nuestro tiempo de duelo y no opinar en como debería ser el de alguien más, respetemos su sentir dolor y amor.

Porque una vez aceptamos ese dolor, aparece el amor. El duelo sirve como reconocimiento y homenaje privado a la persona que ya no está fisicamente cerca, a través de anécdotas compartidas, de momentos de encuentro, de sentimientos expresados, de ese olor particular, ese lugar que me recuerda o esa canción que me transporta a esa persona y devuelve una sonrisa en medio de una lágrima que brota.

El amor está ahí, junto a un siempre te voy a extrañar.

«Sólo se muere cuando se olvida, y yo nunca te olvido” Coco.

© Foto de Camila Lukasiewicz ¡Gracias por compartir tu arte!

2 comentarios en «Vivir un duelo»

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