Infancias amorosas, adultos sanos

Amar, cuidar, respetar, dar la mano, incondicionalidad, abrazar fuerte, proteger, oler el cuello, hacer monerías, contar historias, cambiar el tono de la voz al hablarles, reír y querer escuchar sus risas, crear magia alrededor…. ¡son tantas las emociones que me despierta el ver a un niño!; Y esto se potencia al tener en la familia estas pequeñas criaturas que hacen que los días sean agotadamente diferentes, con momentos maravillosos y con otros exasperantes, pero siempre colmados de amor.

   “Abrígales la infancia y no pasarán frío el resto de sus vidas” –  Anónimo.

Esta nueva experiencia, la de tener niños cerca, con el objetivo de que tengan infancias amorosas, me llena de aprenderes y desaprenderes, de desafíos, de preguntas con muchas respuestas, de contradicciones, de respeto y especialmente, de elegir ser responsable.

¿A qué me refiero con esto?

Creo que lo explicaré mejor con el siguiente ejemplo: Hace varios años, caminaba hacia mi lugar de trabajo. Mientras estoy parada en una esquina teniendo el semáforo de peatón en luz de color rojo, me fijé si venía algún vehículo y al no ver ninguno que se aproximase, decidí cruzar. Mientras lo hacía, escucho detrás mío, la voz de una niña que le pregunta a su madre “¿Por qué está cruzando, si el semáforo esta en rojo?”… aún siento la vergüenza de ese momento, no sólo por haber cruzado en rojo, sino por no darme cuenta qué, aún siendo yo una desconocida, con mi actuar estaba siendo ejemplo para esa personita, a la cual no podía explicarle ni decirle nada al respecto. `Lo hecho, hecho está´, dicen por ahí.

Al seguir mi trayecto, fui consciente de lo que supone criar en comunidad. Yo no era persona del núcleo cercano a esa niña, pero sí serví como referente, en ese momento, de lo que no había que hacer.

Elegir ser responsable, como adulta, frente a cualquier infante alrededor, me supone mucho esfuerzo en gestionar lo que digo o hago, porque siempre habrá alguien que observa, aun sin que lo note. Aprendí que basta un gesto, un acto `inocente´, para marcar una huella.

Entonces, ¿Cuál es la marca que quiero dejar?

Se habla de crianza en tribu, cuando se busca volver a tener esa red de contención, de amor, de apoyo, de sostén y de referencia  que brinda el núcleo cercano y otro grupo estable de adultos. Esto puede suponer una gran diferencia en la experiencia que conlleva la crianza para los progenitores, brindándoles “un respiro” en lo cotidiano, que ayude en su descanso o aliviane la exigencia que esto implica.

Otro concepto es la crianza respetuosa que supone seguir con este cambio de paradigma en el modelo de crianza, cuando vemos a los niños como personas de derechos per se, no como una extensión de sus padres. Es cuando se los atiende y considera, se les escucha, se encuentran limites desde el amor y no desde el castigo y/o autoritarismo; hay dialogo, hay cuidado en su cuerpo, espacios, tiempos, aprendizaje…¡hay cuidado en su crecer! sin presiones ni exigencias basadas en el “así lo digo yo”. Esta respuesta es común por quien está en el rol de padre/madre, en el proceso social que se conoce como adultocentrismo, que al contrario de la crianza respetuosa, presenta una relación de subordinación del niño al adulto; afortunadamente hoy, está queriéndose modificar hasta su extinción. Ello se debe, a que, como adultos también nos estamos proponiendo aprender otras maneras de criar, adquiriendo nuevas herramientas para vincularnos con nuestros niños.

Con todo esto, al presentarnos en el día a día con nuestros infantes, tratando de conocer y lidiar con sus sentir y actuar, queriendo conseguir infancias amorosas, para que sean adultos emocionalmente sanos, aportando amor, cuidado, tiempo, paciencia, respeto a este vinculo… me pregunto ¿Cómo puedo  aportar algo que no sé? ¿Cómo puedo pedirle a mi hija, a mis sobrinos, que conozcan de sus emociones si yo no se hacerlo?

Aquí se presenta un gran desafío para nosotros, los adultos que -en su mayoría y con sistema patriarcal predominante- crecimos sin hablar ni conocer  (mucho menos reconocer) sobre las emociones, sobre lo que sentimos. Todo se limitaba a que había emociones buenas y malas, a preponderar las primeras y negar las segundas, a que había una única posible respuesta a la pregunta “Estás bien, ¿no?”.

Tenemos que aprender nosotros, los adultos, los principales cuidadores de los infantes y adolescentes actuales, a que hay un abanico de sentimientos como el enojo, la rabia, la tristeza, los celos, entre tantos otros… que no son malos, que son emociones que aparecen, que hay que conocerlas para poder gestionarlas y trabajarlas. Que no se esconden ni se niegan.

Tuve una infancia feliz, contenida y cuidada, eso no debería ser un privilegio ni una suerte. Aun así, sé que lo es. Por este motivo, invito a que trabajemos en nosotros, en romper los paradigmas o los referentes con los que crecimos, si estos faltaron o no fueron saludables, para no repetir, para cambiar porque esta si es nuestra elección; ser aquella persona que me hubiera encantado tener cerca cuando era niña. También, quedarnos con lo mejor, de quienes como yo, pudimos crecer con adultos que nos dieron amor, libertad, cuidado y respeto, con sus errores y aciertos. Aprender y evolucionar, replantearnos a medida que nuestros niños crecen, para acompañar sanamente su desarrollo.

Yo quiero que desde aquí, que mi hija Lara y nuestros niños, crezcan con amor y limites. Con cuidados amorosos, que conozcan el “no positivo” y saber que, aun pudiendo, no tendrán todas las cosas materiales que quieran.

Que sean niños curiosos y mantengan su inocencia e ilusiones, en un mundo que parece querer que crezcan rápido.

Que desafíen lo que lean y escuchen, porque esa puede ser mi verdad, pero no la suya.

Que tengan valores que los lleve a volar con libertad y confianza en sí mismos, sabiendo que siempre habrá un abrazo que los espere en cada regreso.

Que no vienen a cumplir nuestros sueños, sino que forjarán los propios.

Que compartamos tiempo de calidad y también nos permitamos, como adultos, tener fallos y ser flexibles en el mapaternar.

Por ultimo, que estos niños con infancias amorosas, sean adultos sanos emocionalmente, porque los llevará a crear vínculos desde ese sentir.

La abuela Mercedes, el año pasado, le dedicó a Lara esta canción del álbum Imaginate camellos:

Infancia

Granito de arena

Dulce de limón

Pijamita, pompa de jabón

Patito de hule

Rayito de sol

Gusano de seda, xilofón

Oso de peluche

Nariz de botón

Caballito de madera

Bolsa de crayones

Goma de borrar

Tacita de leche, delantal

Palito de crema

Vamos a jugar

Guisito de abuela

Miguita de pan

Pelota de goma, tobogán

Cabello de ángel

Gotita de miel

Postrecito, barco de papel

Dientito de leche

Sopita de arroz

Caramelo de frambuesa

Saquito de lana

Gorro de salir

Banquito de plaza, chupetín

Carita de siesta

Dedos de grisín

Oso de peluche

Nariz de botón

Dientito de leche

Sopita de arroz

Caballito de madera

Globos de colores

Luna de cartón

Barrilete, nube de algodón

Arrorró pedazo

de mi corazón

Granito de arena

Hora de decir

Ojitos de sueño

Vamos a dormir.

De Fernando Gedacht y cantada por Marta Gómez.

2 comentarios en «Infancias amorosas, adultos sanos»

  1. Que decir!..Solo pura emoción!….Vivir mi abuelazgo es vivir agradecida a Lara, Gala, Selva y Sofía
    Porque ellas son parte de mi vida, y gracias a ellas yo sigo aprendiendo, compartiendo dando, escuchando, conociendo ese tan maravilloso mundo de la infancia….
    Según Piaget , la primera infancia es «tiempo de maduración neurobiológica y de profunda y necesaria interacción» con los seres y el medio que le rodea. Yo quiero agregar que es tiempo de AMOR!.. Es taaanto Amor que recibo de ellas que no menos calidad puedo sentir y expresar… Los adultos no siempre somos escuchados y está bien, pues la vida es una experiencia única y cada
    SER, debe adquirir la suya propia. Pero siempre somos vistos!.. Nuestras acciones dejan huellas!
    Sí hay algo que me regocija es ver cómo la niñez habita el presente, ese eterno AHORA!
    Aunque haya ruido ellas encuentran la QUIETUD subyacente. La niñez «no escapa» del Ahora»…de ese Siempre momento Único! ESE ESPACIO DE PURA CONSCIENCIA! Y es ante «ESO» que habitan , que asoma mi reverencia.
    Ser y estar con ellas (mis amadas cuatro nietas) en los momentos que la Vida me lo permite ( por la distancia) es invaluable! Y seguiré cantàndoles canciones… quizás, y porque no, con letras inventadas, porque SÉ que «SOY», en ese instante de Pura Consciencia, y puedo compartir ese «maravilloso espacio de quietud» con ellas, con cada una! La infancia Sabe, Siente y expresa. Observar su Sabiduría, su
    Amor y su expresión en el mundo, es tooooodo mi reconocimiento a la infancia, a mí propia infancia, a la de mis amorosas hijas, te incluyo querida Georgi, a la de mis amadas nietas Sofía Selva, Gala y Larita! Ellas Saben y Sienten que las Amo!
    Gracias!❤️
    Gracias! 😊
    Gracias! 🙏

    Responder
    • Merce querida, siempre es hermoso leerte, y más teniendo el placer de compartir momentos presenciales, donde fluis desde el amor y la luz, a quienes estamos cerca…además de que te brindas con todo tu ser a tus nietas y sos tribu, no solo de tus seres cercanos.
      Gracias por tu estar y por acompañarnos en este mapaternar.

      Responder

Deja un comentario

error: Contenido protegido